Hace mucho que se sabe que comer demasiada sal aumenta la presión arterial, pero un estudio global integral afirma ahora que una falta de sal en la dieta también puede dañar la salud del corazón.
Parece haber un "punto perfecto" de consumo diario de sodio de entre 3 y 6 gramos, lo que equivale a entre 7.5 y 15 gramos de sal, asociado con un riesgo más bajo de muerte y enfermedades cardiacas que un consumo más elevado o más bajo, informan los investigadores.
"Hallamos que unos niveles demasiado altos de sodio son nocivos, pero también es nocivo comer un nivel bajo de sodio", señaló el coautor Andrew Mente, profesor asistente de epidemiología clínica y bioestadística de la Universidad de McMaster, en Ontario. "Tener un nivel moderado de ingesta se asocia con el menor grado de daño".
Los hallazgos contradicen las directrices actuales para la prevención de las enfermedades cardiacas, que recomiendan una ingesta máxima de entre 1.5 y 2.4 gramos al día. Eso equivale a poco menos de media cucharadita de sal de mesa al día.
"Apenas una de cada 20 personas en el mundo comen lo que se recomienda ahora", apuntó Mente.
"Esto indica que hacemos recomendaciones que la mayoría de personas no pueden cumplir. No es una recomendación práctica. Esto sugiere que en lugar de enfocarnos en el sodio, debemos enfocarnos en comer una dieta saludable en general y en buscar cambios saludables en el estilo de vida".
Limitar el consumo de sal es difícil, dado que el 80 por ciento de la ingesta diaria de sal de una persona proviene de la comida que consume, y no del salero, apuntó.
Los hallazgos de los investigadores se incluyen en unos artículos que aparecen en la edición del 14 de agosto de la revista New England Journal of Medicine. Uno examina la relación entre la ingesta de sal y la presión arterial, mientras que el otro observa a la sal y el riesgo de muerte por una enfermedad del corazón.
Más de 100,000 personas de 18 países participaron en el estudio. Los estimados sobre la ingesta de sal se basaron en análisis de orina, que mostraban la cantidad de sodio excretada por los participantes.
El estudio se conoce como la investigación Epidemiología urbana y rural prospectiva (PURE, por su sigla en inglés).
La Asociación Americana del Corazón (American Heart Association, AHA), cuestiona la validez de los estudios. Afirma que seguirá respaldando su recomendación actual de menos de 1.5 gramos al día para una salud cardiaca ideal.
"A la AHA le preocupa la calidad de estos estudios, y cree firmemente que otros tipos de evidencia, sobre todo la relación bien documentada en ensayos clínicos entre la ingesta de sodio y la presión arterial, proveen la mejor base científica para guiar las políticas", afirmó el Dr. Elliott Antman, presidente de la asociación cardiaca.
"La mayoría de las evidencias disponibles hasta la fecha muestran que una reducción en la ingesta de sodio se asocia con una presión arterial más baja, lo que en sí se asocia con una reducción en los eventos cardiovasculares".
Antman apuntó a un tercer estudio en la revista, que afirmaba que el consumo excesivo de sal podría provocar 1.65 millones de muertes por enfermedad cardiovascular cada años.
En ese estudio, dirigido por el Dr. Darius Mozaffarian de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Harvard, las muertes se vincularon con una ingesta de sodio superior a 2 gramos al día, el límite fijado por la Organización Mundial de la Salud.
"Tan solo en EE. UU., casi 57,600 muertes cardiovasculares se atribuyen cada año a la ingesta de sodio a ese nivel", dijo Antman.
Al observar el vínculo entre la sal y la presión arterial, Mente dijo que a sus colegas del PURE les sorprendió no hallar una relación lineal recta. Reducir la sal de la dieta más allá de cierto punto parece no ser bueno para la presión arterial, y podría incluso ser malo.
"Hallamos que si se consume una cantidad alta de sodio, reducir el sodio tiene un gran efecto sobre la presión arterial", dijo.
"Pero si tiene una dieta con un sodio promedio, reducir el sodio más no tendrá mucho impacto sobre la presión arterial".
Un exceso de sal aumenta la presión arterial al hacer que el cuerpo retenga agua, apuntó la Dra. Suzanne Oparil, directora del programa de biología vascular e hipertensión de la Facultad de Medicina de la Universidad de Alabama, en Birmingham.
El agua adicional hace que el volumen sanguíneo se expanda, lo que aumenta la presión interna sobre los vasos sanguíneos. Esa presión puede hacer que las arterias se endurezcan, lo que a su vez aumenta el riesgo de ataque cardiaco o accidente cerebrovascular.
Los investigadores del PURE verificaron que un exceso de sal aumenta el riesgo de una persona de enfermedad cardiaca y muerte. En particular, el exceso de sal daña la salud de las personas con hipertensión, obesas o mayores.
Pero muy poca sal en la dieta también parece ser nociva, hallaron. Una ingesta de sodio inferior a 3 gramos al día se vinculó con un aumento del 27 por ciento en el riesgo de muerte y enfermedad cardiaca, según sus hallazgos.
"Nadie sabe el motivo exacto", dijo Oparil, que escribió un editorial que acompaña a los estudios.
"Quizá se necesite un cierto volumen sanguíneo, y una presión arterial demasiado baja puede ser nociva, o quizá sea otra cosa".
A Oparil no le sorprende que la asociación cardiaca dispute los hallazgos. "Creen en limitar la sal", dijo, y añadió que estos nuevos estudios indican que las personas por lo demás sanas quizá no deban controlar su ingesta de sodio.
"Si no tienen hipertensión [presión arterial alta] y no son obesas, y son más jóvenes, en realidad no deben preocuparse demasiado por la sal", afirmó. "Deben hacer otras cosas buenas, como tener unos niveles altos de actividad física y consumir una dieta saludable. La reducción extrema de sodio no tiene un beneficio demostrable y no deberíamos enfocarnos en eso".
FUENTES: Andrew Mente, Ph.D., assistant professor, clinical epidemiology and biostatistics, McMaster University, Ontario; Elliott Antman, M.D., president, American Heart Association; Suzanne Oparil, M.D., director, vascular biology and hypertension program, University of Alabama at Birmingham School of Medicine; Aug. 14, 2014, New England Journal of Medicine
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