Una investigación reciente sugiere que los padres deprimidos son más propensos a ser más descuidados con sus hijos y a usar el castigo físico, aunque los niños sean pequeños y todavía gateen.
Un estudio en el que participaron padres de niños de un año de edad encontró que eran más propensos a pegar y menos propensos a leer a sus hijos que los padres que estaban mentalmente sanos. "Los síntomas depresivos en los padres podrían afectar negativamente la forma en que interactúan con sus hijos", apuntó el Dr. R. Neal Davis, pediatra de Intermountain Healthcare, en Murray, Utah.
Para el estudio, publicado en línea el 14 de marzo en la revista Pediatrics, Davis y colegas evaluaron los datos suministrados por 1,746 padres de niños de un año de edad que participaron en el estudio Familias Frágiles y Bienestar del Niño. Este estudio de largo plazo da seguimiento a cerca de 5,000 niños que nacieron en las grandes ciudades de EE. UU. entre 1998 y 2000.
En general, el siete por ciento de los padres había tenido un episodio depresivo durante el año anterior, que es algo normal en la población general, destacó Davis, que realizó el análisis mientras llevaba a cabo investigación en pediatría en la Universidad de Michigan en Ann Arbor.
A los padres, que vivían con sus hijos todo o casi la mayor parte del tiempo, se les preguntó por cuatro comportamientos tanto positivos como negativos.
A los padres, que vivían con sus hijos todo o casi la mayor parte del tiempo, se les preguntó por cuatro comportamientos tanto positivos como negativos.
Los investigadores encontraron que los padres deprimidos eran casi cuatro veces más propensos a informar que habían azotado a su hijo en el último mes, ya que el 41 por ciento de los padres deprimidos y el 13 por ciento de los padres no deprimidos lo hacían. Los padres deprimidos también tenían menos de la mitad de probabilidades de leer cuentos a sus hijos tres o más veces a la semana en comparación con los padres no deprimidos.
No hubo diferencias en cuanto a los informes de padres que jugaban o cantaban a sus hijos, independientemente de que estuvieran deprimidos o no. Davis subraya que el estudio encontró una relación, aunque no de causa y efecto, entre la depresión y la conducta paterna. La irritabilidad acompaña a menudo a la depresión, lo que podría explicar la mayor incidencia de azotes, señaló.
La Academia Estadounidense de Pediatría (AAP) se opone a pegar al niño por cualquier razón, ya que los azotes pueden llevar a la agitación y al aumento de la agresividad en niños preescolares y escolares. La AAP exhorta a los padres a recurrir al método de tiempo fuera (time-outs) o de otros métodos de disciplina y advierte que los azotes en los niños menores de 18 meses de edad aumentan el riesgo de lesionarlos. También advierte de que en los niños mayores, los azotes frecuentes se relacionan con un mayor riesgo de violencia.
Por otra parte, Davis explicó que un niño de un año "no está en una fase de desarrollo apta para conectar los puntos, por lo que no puede relacionar un azote con cualquier comportamiento que haya tenido", apuntó. La investigación fue financiada por una subvención del Instituto Nacional de Salud Infantil y Desarrollo Humano Eunice Kennedy Shriver.
La trascendencia de la depresión en los nuevos papás ha acaparado la atención en los últimos años, a medida que los expertos reconocen que la salud mental del papá puede afectar el desarrollo y el bienestar del niño. La incidencia de la depresión parental parece ser más elevada durante el primer año de crianza de los hijos, apunta el estudio.
El conocimiento de la depresión paterna está en estos momentos más o menos al mismo nivel que la depresión materna hace 15 años, señaló el doctor Craig Garfield, coautor de un comentario sobre el estudio en la misma edición de la revista.
"Hay muy buenos datos en EE.UU. y a nivel mundial de que entre el 5 y el 10 por ciento de los papás tendrán depresión", agregó Garfield, profesor asistente de pediatría de la Facultad de medicina Feinberg de la Universidad de Northwestern y profesor asistente de pediatría en HealthSystem de la Universidad Northshore en Evanston, Illinois.
Tanto él como sus colegas esperan que más pediatras aborden la posibilidad de la depresión durante las consultas de niño sano, a la que los papás asisten cada vez más. (El 77 por ciento de los papás estudiados informó haber hablado con el médico de su hijo el año anterior). Durante esas visitas, Garfield habla tanto con las madres como con los padres para que estén alerta ante la posibilidad de que uno de ellos se deprima.
Los síntomas de la depresión varían, pero pueden incluir tristeza profunda, pérdida o aumento de peso, dificultad para concentrarse, fatiga e insomnio frecuente, menor deseo sexual, irritabilidad crónica y frustración, sentimientos de culpa o inutilidad y pérdida de interés en actividades que antes se disfrutaban. Otros posibles síntomas incluyen pensamientos sobre la muerte o problemas físicos sin explicación, tales como dolor de cabeza o de espalda. Si los síntomas persisten durante más de dos semanas, Garfield anima a los padres a buscar ayuda médica.
Fuentes
R. Neal Davis, M.D., pediatrician, Intermountain Healthcare, Murray, Utah; Craig Garfield, M.D., pediatrician, NorthShore University HealthSystem, and assistant professor of pediatrics, Northwestern University's Feinberg School of Medicine, Evanston, Ill.; Pediatrics
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