El parto en el agua es una técnica muy natural que no se practica en forma masiva, pero esto no quiere decir que tenga grandes inconvenientes, sino que indica únicamente que por ahora el método es un poco costoso. Su práctica se inició en la década de los sesenta, como opción natural para las mujeres de parto sin riesgos.
Ciertos estudios en Inglaterra y el resto de Europa afirman que los niños nacidos en el agua mantienen una mejor relación psicoafectiva con la madre, atribuible a una mejor comunicación emocional durante este hermoso encuentro. También, existen antecedentes de un temprano desarrollo motriz en estos bebés comparado con niños nacidos en partos normales.
Beneficios y ventajas
Cabe precisar que la desición es menester de la pareja y que solo los que la conforman pueden disponer del lugar y caracteísticas de la técnica a usar. Uno de los beneficios que tiene esta técnica es que el agua relaja los músculos de la parturienta, de manera que tiene un efecto balsámico y así los dolores de parto se disminuyen considerablemente y la dilatación sucede más rápido. Eso sí, se recomienda que el agua no esté caliente al inicio del alumbramiento, pues es posible que la dilatación se interrumpa por el exceso de relajación. En consecuencia, lo mejor es sumergirse en agua tibia al principio, e ir calentando el agua paulatinamente, conforme se vaya a cercando la hora de dar a luz.
Otro beneficio que ofrece el parto en el agua es que se reducen las posibilidades de que la madre o el bebé contraigan infecciones, además de no utilizar medicamentos o anestesia, los que muchas veces en lugar de ayudar pueden complicar las cosas.
Por otra parte, acuclillarse es lo más común en este tipo de partos, de manera que la fuerza de gravedad colabora en la salida del bebé del vientre. Es la postura más natural y de hecho las mujeres que no acuden a hospitales, por instinto adoptan esta posición; así se sienten más cómodas y sufren menos en el parto.
Esta modalidad de parto no se recomienda para aquellas mujeres que tengan antecedentes de diabetes mellitus, hipertensión arterial, cardiopatías, metrorragias del tercer trimestre, desproporción fetopélvica y, en general, cuando el ginecobstétra tratante no lo aconseje.
Para el bebé resulta muy agradable y nada traumante esta experiencia. El peso del bebe en el líquido amniótico es aproximadamente de 600 gramos, cuando sale hacia el agua lo sigue manteniendo. Si el parto fuese normal (en camilla y al aire) el peso del neonato aumentaría 6 veces, haciendo que el recién nacido sienta la diferencia y le cueste trabajo nacer además del trauma que se presenta.
Dentro del agua, traer un hijo al mundo puede ser verdaderamente un milagro más allá de toda metáfora, pues no se está mejorando al hijo, sólo se lo recibe, y más con dulzura y encanto que con dolor, por lo que el trauma se disminuye. Además la ubicación de la madre es en posición vertical /recostada resulta cómoda y natural, las caderas se abren, existe un punto de apoyo al pisar las paredes de la bañera, etc. Quienes lo han vivido lo recomiendan al cien por ciento.
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