Las personas tienen menos probabilidades de padecer demencia si es que son tranquilas, afectuosas y poseen una vida social activa y participativa, a comparación de los individuos introvertidos que se estresan con facilidad (neuroticismo) y están socialmente aislados.
Así lo aseguran científicos del Instituto Karolinska de Estocolmo en un artículo publicado hoy por la revista "Neurology", que edita la Academia de Neurología de EE.UU. El equipo investigador, para llegar a esa conclusión, estudió el estilo de la vida social, la extraversión (facilidad para relacionarse con los demás) y los rasgos de la personalidad de 506 personas mayores a las que siguió durante seis años. Tras ese periodo de tiempo, 144 de ellas desarrollaron demencia.
Los científicos descubrieron que la tolerancia al estrés y la estabilidad emocional, la extraversión y la actividad social son características que disminuyen el riesgo de padecer demencia. En el estudio, las personas tranquilas y que no se alteraban fácilmente se mostraban satisfechas de sí mismas, mientras que aquellas que no toleraban el estrés eran emocionalmente inestables, negativas y nerviosas.
El equipo investigador, liderado por Hui-Xin Xang, indica que las personas más extravertidas eran socialmente activas y optimistas en comparación con las personas de baja extraversión, que eran reservadas e introspectivas. Aquellos individuos con una actitud relajada ante la vida, pero con poca actividad social presentaron un riesgo de padecer demencia un 50 por ciento menor que aquellos que además de ser poco sociables se angustiaban fácilmente. En comparación con las personas tranquilas pero introvertidas, el riesgo de desarrollar la enfermedad mental en sujetos con una rica actividad social y una actitud relajada fue un 50 por ciento menor.
En estudios anteriores, se demostró que la angustia crónica puede afectar algunas partes del cerebro, como el hipocampo, algo que puede influir en el desarrollo de la demencia. La contribución de su investigación reside en el descubrimiento de que una personalidad extravertida y relajada, en combinación con un estilo de vida social activo, puede disminuir el riesgo de padecer esa enfermedad mental.
A pesar de que los investigadores consideran que estos resultados son "tempranos" porque aún es necesario descubrir cómo la actitud mental influye en el riesgo de desarrollar la enfermedad, se muestran optimistas porque los factores relativos al estilo de vida del ser humano pueden modificarse para evitar los riesgos, algo que no sucede con los genéticos.
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