Cuando nos referimos a la IRA no estamos hablando de la insuficiencia renal aguda. Es esa reacción de cólera o disgusto que alcanzamos los seres humanos en algún momento por diferentes causales. Nuestro cuerpo reacciona de mala manera ante un impulso o situación que nos desagrada de sobremanera.
El controlarse o reprimirse podría ser muy dañino para la salud. Existe actualmente un estudio que ratifica lo dicho, proviene del Departamento de Psicología de la Universidad de Michigan, Estados Unidos, donde el profesor Ernest Harburg estudió durante 17 años los códigos de interacción de 192 parejas.
La búsqueda se circunscribió a un dato puntual: cómo reaccionaba cada uno frente a una agresión verbal considerada injusta. La cuestión era si reprimía o no la ira. Se trabajó con parejas, matrimonios de todas las categorías, en edad, condición socioeconómica, etc.
Las conclusiones fueron terminantes: en las parejas cuyos integrantes suprimían sistemáticamente los enojos, el índice de mortalidad temprana, principalmente por factores cardiovasculares, fue del 23%. Pero entre los miembros de parejas capaces de enfrentar el conflicto, consensuar diferencias y resolver las crisis, fue de sólo el 6 por ciento.
El profesor Harburg agrega: "En una persona que se siente atacada injustamente se dispara un sentimiento automático de ira. Si la suprime, la ira se internaliza y comienza un proceso rumiante de repetición mental de las imágenes de la pelea, que finalmente se convierte en resentimiento. Si esta conducta persiste, desequilibra todo el funcionamiento corporal".
El concepto que se manejaba por años, aquel que uno debe controlar sus impulsos y lo que dice en la vida matrimonial y fuera de ésta pareciera que no es tan creíble que digamos. Si nuestra salud está en juego, habrá que enfrentar el problema y aflorar todo nuestro "yo" interior y exteriorizar nuestra desaprobación pero civilizadamente y sin herir susceptibilidades, antes de soportar y callar. Creemos también que este episodio tan solo debe durar unos segundos y la pareja debe ser conciente de ello y plantearselo como terapia y después que "la tormenta haya pasado" retomar aquel tema discordante y darle solución. Es mejor decir que callar, pero también es importante tener en cuenta el cómo y el qué decir.
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