lunes, 24 de noviembre de 2008

Prevenir la Obesidad: Comer despacio

La alimentación es tan indispensable para la vida que no es sorprendente que el organismo haya desarrollado un mecanismo de control que asegure que la ingesta de alimentos es suficiente para asegurar la supervivencia y, en ocasiones como el embarazo o la reparación de tejidos, para proveer suficientes energía y nutrientes para el desarrollo del nuevo ser o para la cicatrización. Recientes investigaciones han demostrado que la ingesta de alimentos depende de numerosos factores fisiológicos (distensión del estómago, presencia de hormonas neuronales e intestinales, presencia de glucosa y otros combustibles en la sangre, etc) pero también de factores ambientales, tales como los horarios de las comidas y la apariencia de los alimentos.

Comer rápido y terminar saciado en cada comida hace que una persona tenga más probabilidad de sobrepeso e, incluso, de obesidad. En una sociedad en la que los hábitos alimentarios están cambiando, los expertos están de acuerdo en que es necesario fomentar la educación nutricional, sobre todo en los más pequeños, para detener la epidemia de la obesidad. La forma insana que tenemos de comer es un hábito adquirido en la infancia que podría cambiarse, aunque no sea fácil.

Los expertos ya sospechaban que comer con voracidad no era un hábito saludable. "Come despacio y mastica cada bocado 20 veces", promulga el dicho popular. Ahora, una investigación realizada en Japón demuestra que esto es cierto. Para el estudio se ha contado con una muestra de 3.287 individuos de entre 30 y 69 años de edad, a los que se interrogó sobre sus hábitos alimentarios haciendo hincapié en la velocidad a la que solían comer (se debía elegir entre muy lento, lento, medio, rápido y muy rápido). También se preguntó si, de forma habitual, comían hasta saciarse y se determinó el peso ajustado por la altura (índice de masa corporal, IMC).

Demasiado rápido

Cerca del 50% de los participantes reconoció comer hasta sentirse lleno, y un 45,6% de los hombres y el 36% de las mujeres afirmaron que comían de forma muy rápida. Los resultados mostraron que tanto los que comían con rapidez como los que lo hacían hasta hartarse multiplicaban por dos la probabilidad de ser obesos, pero que cuando se daban ambas cosas a la vez, el riesgo todavía se incrementaba más. Los individuos que comían rápido y hasta sentirse llenos ingerían un mayor número de calorías, tenían un mayor peso y tres veces más probabilidades de tener sobrepeso en comparación con los que comían pausadamente y sin saciarse.

Estudios previos ya habían demostrado que tomar los alimentos a mucha velocidad y saciarse en cada comida provocaba sobrepeso. Sin embargo, esta investigación ha dado otro paso adelante al comprobar que cuando están presentes a la vez ambos hábitos, el riesgo de sobrepeso se multiplica.

Los mecanismos de la saciedad

La regulación del apetito es un proceso complejo del que cada vez hay más información. Las anomalías en los sistemas que le indican al cuerpo cuándo hay que dejar de comer parecen ser en parte responsables de algunos casos de obesidad. Cuando comemos, la distensión gástrica es una de las primeras señales de saciedad. Esta señal es transmitida por el sistema nervioso vegetativo hasta el hipotálamo, centro regulador que se encuentra en el cerebro.

Si consumimos muy rápido los alimentos, no damos tiempo al estómago para que envíe la señal de saciedad, por lo que se ingiere una mayor cantidad. El apetito, como la mayoría de los procesos del organismo, también está regulado por hormonas. Además de la insulina, una de las primeras en ser identificada fue la leptina, que se produce en el tejido adiposo y tiene propiedades supresoras del hambre. Más tarde fue la grelina, conocida como la "hormona del hambre" por su función opuesta: aumenta el apetito.

Papel de La colecistokinina

La colecistokinina también es una hormona de la saciedad secretada por células duodenales en respuesta a la presencia de alimentos, sobre todo de grasas. Se cree que actúa inhibiendo el vaciado gástrico, lo que contribuye a tener sensación de estar lleno. El péptido intestinal YY (PYY), sintetizado en la porción distal del tracto digestivo y en el sistema nervioso central y periférico, es otra de las hormonas que intervienen para regular lo que comemos.

Más recientemente se ha descubierto la obestatina, que también regula el peso y la ingesta de alimentos, y la oxintomodulina, secretada por unas células de la mucosa del estómago y que actúa suprimiendo el apetito. El sistema nervioso también juega un importante papel en la regulación del apetito. En el hipotálamo, una estructura situada en el cerebro, se encuentra el centro del hambre y de la saciedad. Diversas sustancias de las mencionadas antes actúan sobre estos núcleos.

La sensación de saciedad también parece que, de alguna manera, está genéticamente determinada. Un estudio efectuado por científicos británicos ha puesto de manifiesto que el FTO, un gen que se relaciona con la obesidad, actúa inhibiendo la sensación de saciedad. Investigadores del University College y del King's College, de Londres, examinaron a 3.337 niños entre los 8 y 11 años para estudiar si los que eran portadores de la variante de alto riesgo del gen tenían el apetito alterado. Los resultados mostraron que el gen sí que actúa sobre el apetito, y que los niños con dos copias de la variante de alto riesgo tenían más dificultad para sentirse saciados después de comer.

Cómo comer despacio

1. No saltarse las comidas y hacer un pequeño tentempié a media mañana o a media tarde. Esto evita llegar a la mesa con mucha hambre.

2. Comer despacio y en ambientes tranquilos, sin distracciones, como la televisión.

3. Elegir alimentos que necesiten más tiempo de masticación, como ensaladas y verduras, en lugar de purés.

4. Esperar un poco entre la comida y el postre. En la mayoría de los casos, el postre ya no se toma porque aparece la sensación de saciedad.

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