La prevención del cáncer de pulmón pasa por eliminar o minimizar los factores de riesgo asociados: el tabaquismo y la exposición laboral. El tabaco se asocia al casi 90% de todos los casos de cáncer pulmonar. Aunque en los últimos años se ha observado un progresivo descenso de los fumadores entre los más adultos, la cifra de fumadores entre los jóvenes de ambos sexos es preocupante.
Los especialistas exhortan que si se quiere reducir el impacto sanitario del cáncer pulmonar hay que insistir en las medidas para reducir la exposición al tabaco. A pesar de que la Ley de Prevención del Tabaquismo supuso un avance indudable en el control del tabaquismo, su aplicación irregular, por la permisividad de fumar en locales públicos de menos de 100 m2, la escasa vigilancia de su cumplimiento y otros aspectos concernientes a las carencias en campañas de educación sanitaria y a las estrategias de aplicación de métodos de ayuda para dejar de fumar, condicionan que todavía sus efectos sean poco evidentes y que haya una buena parte de la población expuesta involuntariamente al humo del tabaco.
Muchos estudios han demostrado que la exposición pasiva es causa importante del riesgo de cáncer pulmonar y que puede ser responsable de hasta el 25% de los casos entre los no fumadores. Por este motivo, es fundamental endurecer las medidas adoptadas contra el tabaquismo y vigilar su cumplimiento, prestando especial atención a los grupos de población en los que el consumo de tabaco está muy arraigado: mujeres, jóvenes y sectores marginados.
Impacto Ambiental
La exposición a sustancias cancerígenas es el otro factor de riesgo que explicaría el 18% de los casos de cáncer de pulmón en los hombres y menos del 1% en las mujeres. Aunque la lista de sustancias cancerígenas es larga, entre todas destaca el asbesto o amianto, muy utilizado en la construcción como aislante y en otros procesos productivos hasta que en muchos países su prohibición fue inminente.
El tabaco y el asbesto actúan sinérgicamente: un trabajador fumador expuesto a esta sustancia multiplica las probabilidades de tener un cáncer. A pesar de este riesgo, todavía hoy persisten grandes cantidades de amianto en tejados, paredes, techos, conducciones de agua y gas, sistemas de aireación de edificios y fábricas construidas hace unas décadas. Por este motivo, los trabajadores que participan en tareas de "desamiantado", y los que se lo encuentran de forma imprevista en las tareas de mantenimiento y reparación de edificios, fábricas, buques, trenes, son los más afectados.
La incidencia de cáncer de pulmón y pleural (tumor en la capa exterior del pulmón) a causa del amianto ha aumentado en los últimos años y dado que su periodo de latencia (entre la exposición y la aparición de la enfermedad) es muy largo, de 20 a 30 años, se estima que seguirá aumentando en los próximos años.
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