
"El dolor es una experiencia sensorial y emocional desagradable". Así define el dolor la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, en sus siglas inglesas). Se trata, por tanto, de una sensación que nos avisa de que algo hace daño. Un sentimiento subjetivo que todos aprendemos a través de nuestra propia experiencia cuando aún somos muy pequeños. Ningún cambio en la dieta puede acabar de forma repentina con el dolor causado por una enfermedad, pero desde los centros de investigación más prestigiosos (Johns Hopkins University o la Clínica Mayo) se han dado a conocer la potencialidad de ciertos nutrientes para ayudar en la lucha médica contra el dolor.
Algunos alimentos pueden aliviar y actuar como coadyuvantes de medicamentos analgésicos y antiinflamatorios, mientras que otros pueden empeorar la situación. La inflamación, las citokinas, las neurohormonas y el estrés oxidativo, juegan un papel relevante en la persistencia de las condiciones de dolor. Parece ser que muchos aspectos relacionados con la inmunidad y con la función neuroendocrina pueden ser modificados por factores dietéticos como los polifenoles, las saponinas, los esteroles y otros nutrientes antioxidantes que forman parte de alimentos tan comunes como la soya, las cerezas o el salmón.
Se debe considerar éste "como un fenómeno complejo y especulativo en todas sus vertientes; tanto biofisiológicas, bioquímicas, psicosociales, morales y comportamentales, las cuales deben ser correctamente entendidas. El qué duele y el por qué duele son condiciones indispensables para conseguir una correcta caracterización clínica y plantear, al mismo tiempo, una adecuada estrategia terapéutica".
Dime qué comes y qué te duele

Algunos ejemplos de condiciones de dolor crónico que podrían ser minimizadas gracias a intervenciones dietéticas son la osteoartritis, la artritis reumatoide, la fibromialgia, las enfermedades autoinmunes, la migraña y el dolor crónico abdominal debido a la enfermedad de Crohn.
Los ácidos grasos Omega

La conclusión de esta revisión ha sido que los ácidos grasos poliinsaturados omega-3 son un tratamiento de apoyo para el alivio del dolor en las situaciones citadas. Expertos del Johns Hopkins Arthritis Center reconocen que un suplemento nutricional procedente de aceites de pescado puede ayudar a disminuir el uso de antiinflamatorios no esteroideos. No obstante, alertan de que aún no se han estudiado y definido las dosis adecuadas que garanticen la seguridad de estos suplementos.
La inclusión de salmón, bonito, atún, caballa y otros pescados azules en las comidas es una buena alternativa dietética. Los expertos también advierten de que incluso las personas sanas no deben tomar más de tres gramos al día de ácidos grasos omega-3, procedan tanto de la alimentación natural, de los alimentos funcionales enriquecidos en omega-3, como de la suplementación, ya que el exceso puede afectar a la coagulación de la sangre. También podemos obtener los omega haciendo consumo de aceites como el de oliva y de sacha inchi (maní peruano). En cualquier caso se hace hincapié en que el cambio dietético funciona a largo plazo, una intervención nutricional puede tardar semanas e, incluso, meses en dar algún resultado.
Aplacando el dolor, comiendo
Las antocianinas de las cerezas se han revelado como acreditados antiinflamatorios. El consumo frecuente de alimentos que contengan estos compuestos parece ser que ayuda a eliminar el exceso de ácido úrico en las personas que sufren de hiperuricemia y de ataques dolorosos de gota. También hay estudios que han relacionado estas sustancias químicas con la reducción del dolor muscular que aparece tras realizar una actividad deportiva concreta.
Las especias también se han relacionado con el alivio del dolor. La cúrcuma, según Meena Katadare, del Carcinogenesis and Chemoprevention Laboratory at the Weill Medical College of Cornell University en Nueva York (EE.UU.), se ha utilizado durante siglos por los habitantes de países asiáticos para prevenir distintos tipos de dolor. Los últimos estudios al respecto muestran cómo esta especia ayuda en la lucha contra la inflamación.
Las isoflavonas de la soya se han mostrado eficaces contra la inflamación y la oxidación, y quizá sean las responsables del alivio del dolor de pecho relacionado con la menstruación. Una de las funciones de las isoflavonas es inhibir un enzima, la lipooxigenasa, que convierte el ácido araquidónico, un ácido graso procedente de la dieta, en leucotrienos, que son mediadores de la inflamación.
Incluso hay estudios que han relatado una mejora en las personas que sufren una recuperación traumática tras someterse a cirugía. En cualquier caso, las investigaciones no son concluyentes, ya que se necesita dar respuesta a muchas hipótesis para construir una evidencia científica válida que permita utilizar alimentos, suplementos nutricionales o dietas terapéuticas para aliviar de forma segura a los que sufren alguna dolencia.
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