Se sabe que la serotonina juega un papel muy importante en nuestro estado de ánimo, en nuestra vida sexual o en varios trastornos mentales. Esta función vital se da en el cerebro. Más desconocido es el trabajo que dicha sustancia lleva a cabo en el tracto gastrointestinal, donde también es fabricada en grandes cantidades, aunque después su principal almacén sean las plaquetas. Un nuevo estudio pone de manifiesto que la mayor o menor presencia de serotonina en la sangre tiene un importante papel en el desarrollo de los huesos. Es una nueva función sorprendente que podría ayudar al tratamiento de enfermedades óseas tan graves como la osteoporosis.
A pesar de que la serotonina es más conocida por sus efectos sobre el cerebro, el 90% de la misma se elabora en la mucosa intestinal y son las plaquetas las encargadas de transportarlas en la sangre. Sus funciones son varias: favorece el peristaltismo intestinal (impulsa el contenido del intestino); inhibe la secreción gástrica necesaria cuando el estómago se vacía; incrementa la permeabilidad vascular que facilita el abandono de los vasos sanguíneos del líquido y las proteínas plasmáticas; y favorece la contracción de la musculatura lisa de los aparatos reproductor y excretor, los vasos sanguíneos, la piel y los órganos internos.
Además, y ésta es quizás su función más conocida, la serotonina es un neurotransmisor que interviene en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el deseo sexual, el hambre, la temperatura corporal y la memoria, al mismo tiempo que ejerce un papel importante en el desarrollo de algunos trastornos mentales. Ahora, un estudio reciente le añade una nueva función: es clave en el desarrollo correcto de los huesos.
Si el intestino libera demasiada serotonina se produce un declive en la masa ósea. Por el contrario, si la cantidad de dicha sustancia es insuficiente, los huesos crecen de forma anormal. Lo asegura un reciente estudio llevado a cabo en la Universidad de Columbia (EE.UU.) publicado en la revista "Cell". Aunque los hallazgos se han extraído de modelos en ratas, los investigadores señalan que pueden ayudar a comprender la remodelación ósea en humanos, así como podrían permitir el desarrollo de tratamientos diseñados para aumentar la masa ósea.
De la misma manera, los descubrimientos sugieren que una extraña enfermedad llamada osteoporosis-pseudoglioma (que provoca ceguera congénita en la infancia y osteoporosis juvenil severa con fracturas espontáneas), así como el síndrome de masa ósea elevada, son enfermedades que se originan en el intestino y no en el hueso como hasta ahora se había creído.
Del gen a la serotonina
Para llegar al punto clave -la serotonina- los investigadores iniciaron su trabajo centrados en la proteína LRP5. Una de sus mutaciones conduce al desarrollo del síndrome de osteoporosis-pseudoglioma; otras mutaciones activan el efecto contrario, un exceso de masa ósea. Para desarrollar el estudio, los investigadores usaron modelos experimentales que carecían de LRP5. Los primeros resultados mostraron que la falta de esta proteína provocaba un aumento en la actividad de la enzima Triptófano hidroxilasa (TPH1), encargada de limitar la tasa de producción de serotonina en el intestino en situación normal.
Y aquí la relación: los individuos sin LRP5 verían aumentadas sus cantidades de TPH1, lo que les llevaría a una superproducción de serotonina en el intestino y, por tanto, a un declive en la masa ósea. En concreto, y según Gerard Karsenty, del Departamento de Genética y Desarrollo de la Universidad de Colombia, el efecto del gen LRP5 es bastante llamativo porque su ausencia multiplica por cuatro o cinco los niveles de serotonina en sangre.
La disminución forzada de los niveles de serotonina en estos mismos modelos sin LRP5 normalizó posteriormente la formación de la masa ósea, lo que indica que el control externo de la serotonina podría ayudar al tratamiento de enfermedades en las que la masa del hueso se ve afectada. "La serotonina actúa, sin duda alguna, como una hormona para regular la masa ósea", asegura Karsenty.
Posible tratamiento para la osteoporosis
"No teníamos ningún indicio de que el intestino tuviera control sobre el hueso, y mucho menos de una forma tan poderosa", señala Karsenty, que ahora desea centrar sus esfuerzos en el desarrollo de nuevas terapias para los millones de afectados en todo el mundo que padecen de osteoporosis. Esta enfermedad se caracteriza por un descenso de la masa ósea, con un deterioro de la microarquitectura del tejido óseo y un aumento de la fragilidad de los huesos. Su manifestación clínica más habitual es la fractura y las complicaciones que se derivan de ella. El progresivo envejecimiento de la población en sociedades desarrolladas no augura, por tanto, la disminución de estas cifras a no ser que se le ponga remedio.
Lic. Nuria Llavina
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