Los frutos secos son unos alimentos muy nutritivos; en sus más de 500 calorías de media por 100 gramos concentran proteínas, grasas insaturadas y una buena dosis de vitaminas, minerales, fibra y fitoquímicos. Pero no sólo contienen muchos nutrientes en cantidades interesantes, también se consideran uno de los alimentos que más alergias originan, sobre todo entre los más pequeños y, en particular, son los maníes los que resultan más alergénicos.
Según las estadísticas, la alergia a alimentos afecta entre el 1% y el 7% de la población. Lo más frecuente es que este tipo de alergias se manifiesten durante la infancia, en los primeros años de vida, y no es raro que un niño tenga alergia a varios alimentos distintos de forma simultánea o sucesivamente. No obstante, muchas alergias alimentarias, como a la leche, a los huevos o al pescado, se superan con los años. Esto es menos habitual cuando se sufre alergia a los frutos secos, que suele perdurar toda la vida, por lo que los niños (después adultos) aprenden con los años a evitar los alimentos que les sientan mal.
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Los frutos secos son alimentos potencialmente alergénicos y, dentro de todos ellos, los maníes o cacahuates suelen ser los que provocan mayor número de alergias. El niño, si es muy pequeño, no le sabe decir a su mamá o a su papá que le duele el estómago o le pica la garganta cada vez que come algún fruto seco que le provoca alergia, es una de las razones por la que no es fácil diagnosticar las alergias alimentarias en los primeros años de vida.
Por ello, es importante observar cómo reacciona el organismo del niño cada vez que introducimos en su dieta un nuevo alimento y estar más atentos cuando se trate de un alimento potencialmente alergénico, sobre todo si hay antecedentes de alergias alimentarias en la familia. En estos casos conviene esperar hasta los tres o cuatro años a introducir los frutos secos en la alimentación del niño.
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