Con el cambio estacional y la llegada del frío, la idea de pasar varios días en la cama, mimados y atendidos por un familiar que no cesa en su afán de servir zumos de naranja y calditos vitaminados, se antoja una opción deseable . Sin embargo, su atractivo desaparece cuando, por obra y gracia de la gripe, a esta situación hay que añadir fiebre alta, dolor de garganta, moqueo y un malestar general en el cuerpo que, en la mayoría de las ocasiones, impide que el afectado acuda al trabajo y se haga cargo de las tareas cotidianas. Arrinconada durante los meses de verano, la gripe no olvida su cita anual. Invierno tras invierno, amenaza con ser más agresiva que su versión anterior.
¿Cómo diferenciar la gripe de un resfriado?
La gripe se manifiesta de forma súbita y se caracteriza por la presencia de varios síntomas que no son exclusivos de ella, sino también de infecciones afines, como el resfriado común. Entre los síntomas que diferencian una dolencia de otra se hallan los siguientes:
El resfriado común no siempre produce fiebre y de aparecer, ésta no suele ser muy alta (de 37,5ºC ó 38ºC) a lo largo de un par de días. En cambio, la gripe se caracteriza por fiebre alta (de 39ºC ó 40ºC) que persiste durante tres o cuatro días y va acompañada de dolores musculares, poco habituales en el caso del resfriado.
El lagrimeo y la congestión nasal son síntomas más propios del resfriado, mientras que la tos seca y el dolor de garganta pueden aparecer en ambos tipos de infecciones.
El resfriado común no suele derivar en complicaciones. Por el contrario, la gripe debilita el estado inmunológico de los pacientes y abre la puerta a neumonías e infecciones agudas que, en el caso de los ancianos, pueden ser graves e, incluso, conducir a la muerte. Las personas con mayor riesgo de sufrir complicaciones son las mayores de 65 años, los enfermos crónicos, las mujeres embarazadas y los niños de corta edad.
La vacunación es la mejor manera de prevenir la gripe, aunque no hay una vacuna específica que proteja frente a futuros catarros.
Dado que los indicios de ambas infecciones son poco específicos, no es descabellado que una persona deje transcurrir las primeras 24-48 horas desde su inicio tomando analgésicos y antipiréticos para aliviarlos y comprobar si remiten. Siempre que persistan, transcurrido ese plazo, es necesario consultar al médico.
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