Durante los años 90, las imágenes de chicas anoréxicas en televisión, los reportajes, las entrevistas, los testimonios, las confesiones de actrices y modelos famosas con trastornos del comportamiento alimentario hicieron de la anorexia y la bulimia las enfermedades de aquella década. Ahora, años más tarde, otras dolencias acaparan los medios mientras casos de anorexia y bulimia se diagnostican a diario, con el sufrimiento silencioso (y poco mediático, esta vez) que conlleva para las pacientes, principalmente del género femenino y con edades entre 12 y 24 años, y sus familias.
En una sociedad en la cual el culto al cuerpo lo es todo, donde no se perdona la imperfección y en la que tratamientos, antes sólo aptos para divas y estrellas del celuloide, están al alcance de todos con cómodas fórmulas de financiación, los trastornos de la alimentación siguen presentes, motivados, en los casos más extremos, por un deseo obsesivo por la delgadez. La silueta es sinónimo de belleza y de éxito. "Todo lo que me alimenta me destruye", es lo que Angelina Jolie lleva tatuado en el vientre y que se ha convertido en el grito de guerra de muchas adolescentes convencidas de que, lejos de estar enfermas, sus amigas ANA (Anorexia) y MIA (Bulimia) les hacen un bien. Aprovechándose de Internet, intercambian su discurso enfermo, peligroso y dañino, con toda impunidad.
Pero, ¿cómo detectar estos trastornos entre familiares, amigos o quizás en nosotros mismos? Este problema se define como un trastorno del comportamiento alimentario que se caracteriza por el deseo de mantener el mínimo peso corporal "aceptable", un miedo intenso a aumentar de peso y tener una imagen corporal distorsionada. Sobre estos trastornos se ha oído mucha información, alguna propia de los "reality shows", pero hay que especificar cuáles son. Se pueden dividir en tres tipos: anorexia nerviosa, bulimia nerviosa y los llamados Trastornos del Comportamiento no Especificados (TCANE). Hablar de trastornos del comportamiento al alimentarse es referirse a un problema psiquiátrico que se ve agravado por consecuencias biológicas, sociales y psicológicas. Es, además, un diagnóstico que afecta principalmente al género femenino. El grupo más vulnerable comprende edades entre 12 y 24 años, con una incidencia que alcanza el 5% de afectadas.
Las diferencias entre bulimia, anorexia nerviosa o TCANE obliga a tratarlos de forma independiente, a pesar de que tienen síntomas comunes y la línea que los separa es, a veces, muy sutil. Diagnosticar una bulimia o una anorexia nerviosa es complicado. Se trata de un problema difícil de aceptar y de detectar por parte de familiares, amigos y profesionales y, en ocasiones, es difícil diferenciar entre ambas.
Las causas de estos problemas con la alimentación son muy variadas y dependerán de a quién afecten y de la coincidencia de los diferentes factores de riesgo, como el propio hecho de ser mujer, vulnerabilidad por factores genéticos -que se calcula que influye entre un 50% y un 60%-, los cambios del organismo en la pubertad, una familia con tendencia a la perfección o presentar una personalidad perfeccionista resistente al estrés del esfuerzo, factores socioculturales -como la influencia de la familia, del círculo de amigos y de los medios de comunicación-, realizar actividades físicas consideradas de riesgo, como gimnasia y patinaje artístico, animación, cheerleaders o danza, entre otras.
La moda, el papel social de la mujer, los medios de comunicación, la proliferación de los productos y servicios para adelgazar, la publicidad, el rechazo a la obesidad y el sobrepeso, la exhibición del cuerpo y los modelos públicos son algunos de los fenómenos aceptados socialmente que influyen negativamente en la difusión del culto al cuerpo.
Lic. Martina Gol
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