lunes, 1 de septiembre de 2008

El adiós definitivo a las Amalgamas de Plata

Intoxicación crónica con mercurio

Los metales pesados y otras toxinas cada vez amenazan más nuestra salud. Entre los metales pesados los más importantes en cuestión de salud son el mercurio, el plomo, el cadmio, el níquel y el zinc. Algunos elementos intermedios como el arsénico y el aluminio, los cuales son muy relevantes desde el punto de vista toxicológico, se estudian habitualmente junto a los metales pesados.


Se ha comprobado que cuando eliminamos el mercurio del cuerpo los otros metales tóxicos también se van, debido a la liberación del transporte axional en las células nerviosas. Dentro de estas células el mercurio está destruyendo los microtúbulos, inhibiendo así la eliminación de toxinas y otros residuos. Por eso quiero tratar especialmente el mercurio, que además es el metal tóxico más estudiado.


Las fuentes principales del mercurio son las siguientes: el pescado (a causa de la contaminación de los mares); los insecticidas (que contienen normalmente uno o dos metales pesados, que se cuelan en la cadena alimentaria); el agua ‘potable’ (tenemos que suponer que todo el agua contiene tóxicos a menos que se haya comprobado mediante análisis lo contrario); algunos medicamentos (especialmente los que regulan la alta presión sanguínea y la vacuna contra el tétanos); y el aire contaminado por la industria y los coches (por la tecnología de combustión). Otra fuente de mercurio muy importante es el traspaso de la madre al feto a través de la placenta y al bebé a través de la leche materna por procesos hormonales. Mediante estos procesos la madre traspasa del 40 al 60% de su carga al niño. Pero la cantidad más grande entra en nuestros cuerpos por los empastes de los dientes. La amalgama usada en éstos contiene normalmente un 50% de mercurio.


El Mercurio de las amalgamas dentales

Se sabe que después de comer el nivel de mercurio en la sangre sube en las personas que tienen empastes con amalgama, porque se sueltan iones de mercurio. Éstos primero son absorbidos por la saliva y a través del sistema digestivo llegan a la sangre, donde se pueden medir. Si esta saliva fuese agua estaría prohibido su consumo. Muchas veces, por lo menos dos horas después de comer, personas con 8 empastes tienen de 100 a 200 veces más mercurio en el aire de exhalación de lo que está permitido en instalaciones industriales. Estos vapores se ingieren parcialmente a través de las vías respiratorias. Así pasan también a la circulación sanguínea, donde se transforma una parte del vapor de mercurio en óxido de mercurio, una forma del mercurio aún más tóxica que el vapor. Y puesto que órganos como el hígado, la bilis, el corazón y el riñóntrabajan como un filtro sanguíneo, es aquí donde se almacena principalmente el metal tóxico.

Además estos vapores de mercurio traspasan sin dificultad la barrera hematoencefálica y llegan así directamente al cerebro, perturbando en su camino esta barrera, lo que facilita la entrada de otras toxinas, que normalmente no pueden entrar. Estas toxinas provocan síntomas propios que no tienen que ver con la intoxicación por mercurio, pero que éste facilita indirectamente. Casi todas las enfermedades del sistema nervioso conocidas no están provocadas primariamente por el mercurio en el cerebro, sino por los venenos e infecciones secundarias que llegan al cerebro por la defectuosa barrera hematoencefálica. Eso quiere decir que para tratar enfermedades neurológicas es imprescindible quitar el mercurio para estabilizar el funcionamiento de la barrera hematoencefálica, inhibiendo así la entrada de sustancias patógenas.

En unos estudios se han puesto empastes marcados con sustancias radioactivas a unas ovejas y a unos monos para ver donde se queda el mercurio. Después de 4 semanas se encontró este metal en los riñones, el hígado, las glándulas renales, el tubo digestivo, el hipotálamo, la hipófisis, el sistema limbico, la tiroides, los ganglios espinales, la médula espinal y en el cerebro. Después de 6 meses el funcionamiento de los riñones se había reducido en un 60%. Un año más tarde no se había reducido la carga de mercurio, al contrario, esta había aumentado. Después de quitar los empastes tampoco se reducía la cantidad. Esto significa: una vez envenenado – siempre envenenado.

Cuando masticamos se desprenden partículas de amalgama en su forma metálica todavía poco inocua, que se tragan. La flora intestinal natural transforma estas partículas y el vapor de mercurio en la forma más peligrosa del metal: mercurio metílico (50 veces más venenoso). Este proceso se llama metilación. Numerosos experimentos y estudios confirman este proceso; aun así es desmentido por muchos dentistas y odontólogos. Desde el intestino pasa el mercurio metílico a la circulación sanguínea y finalmente a los órganos y nervios. También se fija mucho mercurio en los huesos y en las articulaciones. El mercurio también se difunde a través de las encías, las raíces dentales y la mandíbula hasta el sistema nervioso central y el cerebro (en 48 horas). El nervio trigémino de muertos con empastes está lleno de mercurio, plata y estaño (provoca el rechinamiento de los dientes).

Recomendaciones

Si usted posee más de tres restauraciones dentales de amalgama por lo menos, deberá de acudir a su odontólogo para reemplazarlas con materiales biocompatibles que desde la década del 80 del siglo pasado son de uso masivo. Podrán ser resinas, compómeros, ionómeros vítreos, porcelanas, y otros materiales bien tolerados por nuestro cuerpo.

Si posee menos de tres restauraciones deberán de ser pulidas por el profesional odontólogo en una maniobra que se conoce como profilaxis o profilaxia. En ella el metal obtendrá un brillo y se eliminará el óxido de la curación metálica. Sin embargo es preferible reemplazar uno a uno estos empastes metálicos por otros de última generación.

El éxito de los tratamientos de operatoria dental (curaciones) y demás especialidades odontológicas, actualmente no se miden solo por la duración y permanencia de las mismas en la boca, sino que este criterio ha evolucionado para aceptar que la salud es lo primero y que si bien los materiales biocompatibles no son tan durables como las amalgamas, cubren sin embargo otros criterios muy válidos que superan enormemente a la duración, como son: la estética, son inocuos, muy tolerables por el organismo, de fácil manejo y técnicas conservadoras (preservar el tejido dentario) fácil trabajo en niños y personas nerviosas, etc.

Referencia:
Ecoportal/Dr.Ulf Laubstein

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