Hay muchas enfermedades cuyo origen está en la destrucción celular de los tejidos. Para la mayoría aún no existe curación, y entre ellas se encuentran la cirrosis hepática, la diabetes o, sobre todo, enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer o el Parkinson. Estas últimas, además, son irreversibles. La medicina regenerativa, destinada a reponer estos tejidos por otros sanos, se convierte ya no en una esperanza de tratamiento sino de curación. Y ha tomado especial importancia en la última década con el uso de las células madre cuyas tres propiedades principales (proliferación, autorrenovación y diferenciación) auguran un buen futuro.
Sin embargo, ni las células madre embrionarias, con muchas potencialidades pero obtenidas a través de embriones; ni las células madre adultas, que son menos accesibles que las primeras y se destinan sólo a un órgano concreto, presentan el máximo de potencialidades necesarias como para predecir un futuro inmediato.
Estudios como el de Howard Huges Institute, de Douglas Melton, inciden en un nuevo tipo de células madre con las mismas potencialidades que las embrionarias pero sin necesidad de usar embriones: células madre pluripotentes inducidas. Se elimina el problema ético pero sigue habiendo limitaciones: son potencialmente productoras de tumor y tienen muy baja eficacia. Parece, entonces, que aún quedan muchos años de investigación porque, además, la transferencia de la investigación básica a la clínica es muy lenta. Sin embargo, es una técnica muy prometedora que, muy probablemente, mejorará la calidad y la esperanza de vida de la población.
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